Varios miles de años atrás el árbol de cacao, oriundo de las
selvas del norte de Sudamérica, paso a América Central. Allí, fue cultivado por
los mayas y se convirtió en un don de los dioses. La leyenda Maya dice que el
cultivo fue inicado por Huanhpu, su mitológico tercer rey. Los aztecas, por su
parte, creían que el cacao había sido traído a los hombres directo del paraíso,
en manos de Quetzalcoatl, cuyo poder y sabiduría provenían obviamente, de
alimentarse con los frutos de este árbol. De hecho, su nombre científico
Theobroma significa comida de los dioses.
El chocolate obtenido de su semilla era la bebida de reyes y
de la nobleza indispensable en ceremonias y banquetes. La gente común casi
nunca tomaba chocolate. Solo lo hacían en ocasiones especiales: durante la
ceremonia de casamiento, por ejemplo, los esposos mayas debían compartir una
jarra de esta bebida.
En general, se lo tomaba frio, amargo y picante, condimentado
con los explosivos chiles mexicanos. Para la mayoría de los expertos, el nombre
del chocolate provendría de xocoatl, una palabra náhuatl que significa “bebida
o agua amarga”.
Con la semilla del árbol de cacao se valuaban los impuestos
que los campesinos y ciudades vencidas en guerras debían pagar a los
gobernantes. Cada ciudad dominada debía pagar anualmente a Tenochtitlan, la
capital azteca, un cierto número de semillas: los gobernantes recibían miles de
toneladas de semillas de cacao al año. A estas, los aztecas le atribuían todo
tipo de virtudes y efectos benéficos.
El emperador de México, Moctezuma era un gran adicto al
chocolate, durante su último viaje en un encuentro de la flota de Cristóbal
Colon con una embajada azteca, los dignatarios americanos le ofrecieron al
almirante semillas de cacao y una bebida que prepararon allí mismo,
moliéndolas. Colon, obsesionado con el oro y la ruta hacia las especias no le
dio importancia al chocolate, que le pareció demasiado amargo y picante.
Pero el chocolate tenia marcado un destino de fama mundial.
Diecisiete años después del desprecio de Colon, Moctezuma le ofrendo a Hernán
Cortes, que había llegado victorioso a la capital del imperio por las ganancias
provenientes de sus grandes plantaciones de cacao, y ni lerdo, ni perezoso, reconoció
la importancia económica de este árbol y, de vuelta a España mostro en la corte
un puñado de sus semillas. A partir de ahí empezó todo.
Se sabe que el primer cargamento especial llego a España en
1585, bajo el reinado de Felipe II, y que el monasterio de Zaragosa fue el
primero en producirlo. Bajo la celosa custodia de monjas y frailes, los
españoles mantuvieron en secreto durante casi un siglo la receta de su
elaboración. Con este monopolio, el producto se convirtió en una provechosa
industria de la Península, que lo exportaba procesado hacia sus colonias.
Madrid era la Capital del chocolate, se lo bebía a toda hora
pero eso sí, con un cambio de receta en lugar del picante los españoles lo
preferían dulce y le agregaban azúcar, canela, clavo de olor y almendras, de
esta manera se puso de moda hacerlo acompañado de bizcochos dulces.
En América las plantaciones de cacao y caña de azúcar,
gracias al trabajo de miles y miles de esclavos africanos, se convirtieron en
verdaderas minas de oro. Se calculaba
que con solo veinte esclavos se podía lograr una plantación de cincuenta mil árboles
de cacao. La creciente población europea
de la colonia mexicana también se había hecho adicta al chocolate,
especialmente las mujeres. El Obispo de Chiapas (México) prohibió bajo pena de excomunión,
beberlo durante la Santa Misa. Las mujeres argumentaron que su debilidad de
estomago les impedía soportar toda la ceremonia sin una reconfortante taza de
chocolate y siguieron bebiéndola en la Iglesia, defendidas por los caballeros.
No fue la única vez que el chocolate se entrometió en el
ámbito de la Iglesia. En 1569, presionado por poderosos fanáticos de la bebida,
el Papa Pio V no tuvo más remedio que declarar oficialmente que beberlo durante
los viernes no rompía el ayuno religioso.
El chocolate finalmente se disperso por Europa. Dicen que
fue un italiano, Antonio Carletti, quien lo descubrió durante un viaje a América
y lo llevo a Italia en el 1606, donde se popularizo especialmente en Venecia y
en Florencia. La infanta española Ana de Austria, hija de Felipe III, amante
del chocolate en todas sus formas, lo instalo en la corte francesa después del
casamiento con Luis XIII. El chocolate se convirtió en la bebida de moda de la
aristocracia francesa. Los burgueses europeos también se aficionaron y las
chocolaterías fueron surgiendo por todo el viejo continente. Cuando la corte
española dejo Madrid y se mudo a Viena el chocolate ocupo un lugar privilegiado
en la gastronomía vienesa, especialmente en la repostería.
En 1657, un empresario francés abrió la primera chocolatería
en Londres destinada a los más pudientes. Al poco tiempo ya había una
chocolatería para cada grupo: para los políticos, jugadores, literarios y para
los más elegantes de la ciudad. Carlos II intento prohibirlas porque las
consideraba “antros de sedición”, pero la fuerza del chocolate se impuso y los
ingleses siguieron vendiendo día y noche.
Algunos Cuáqueros Ingleses montaron su negocio familiar en
base al chocolate: pretendían desterrar el consumo de alcohol y reemplazarlo
por esta bebida vigorizante. La persecución religiosa las empujo a los Estados
Unidos, allí establecieron sus fábricas y sus apellidos, como Cadbury y Hershey
y se convirtieron en sinónimo de chocolate.
Pero la verdadera Revolución Industrial del chocolate y su difusión
entre las clases más bajas se produjeron gracias a un holandés, Corad Van
Houten, quien invento una prensa hidráulica para extraer fácilmente el aceite
de las semillas de cacao tostadas y producir así un fino polvo. Si bien desde
el siglo XVII se hacían golosinas con chocolate la primera barra de chocolate
solida fue producida en Gran Bretaña por Fry & Sons en 1847, era una mezcla
de azúcar, polvo de cacao y manteca de cacao. El chocolate con leche, tal vez
la forma más común hoy en día fue inventado a fines del siglo XIX por el suizo
Daniel Peter, quien encontró la forma de combinar exitosamente el chocolate con
leche en polvo.
Hoy en día toda la inmensa industria del chocolate está
sostenida por el esfuerzo de un árbol, el Teobroma Cacao, que solo crece en una
escueta franja del mundo, a no más de 20º al Norte o al Sur del Ecuador. Y aun
dentro de estas latitudes, caprichoso él, no soporta la altitud por encima de
los 1400 metros ni las temperaturas por debajo de los 16º C y como si fuera poco,
necesita de una celda pluvial, porque sus pequeñas flores de cinco pétalos solo
son polinizadas por los mosquitos. Únicamente con estas condiciones un árbol de
cacao empieza a dar frutos a los cinco años y lo hará durante sesenta años más.
Su fruto crece en la madera más vieja, en el tronco y las ramas principales. Cuando
alcanza el tamaño de una pelota de rugby pequeña, madura hasta alcanzar un tono
dorado intenso. Dentro del fruto están las vainas donde se encuentran los
granos o semillas de cacao (marrón purpura rodeados de una pulpa rosada). Los
frutos se cosechan dos veces al año y se abren de inmediato a golpes de machete
para sacar los granos y dejar secarlos al sol. Entonces toman un color rojo
opaco y comienzan a desprender su perfume característico y contrariamente a lo
que puedan creer, estas semillas son intensamente amargas!!
En la próxima publicación les contamos más sobre el
chocolate: como se maneja el grano, su elaboración y confección, el templado
para la cobertura y las técnicas
utilizadas para el templado!
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